jueves, 9 de abril de 2009

Reseñas de Libros

LA VERDAD SIN CALZONES de Juan Guillermo Valderrama Santamaría

En la colección de temas urbanos publicados por el Instituto Tecnológico Metropolitano, ITM, de Medellín, aparece un titulo bastante satisfactorio de leer, llamado “La verdad sin calzones”, de Juan Guillermo Valderrama Santamaría, quien por los apellidos debe ser una persona pudiente de este medio social pero que cayó en la desgracia del basuco y conoció el infierno en vida.
El libro impecablemente editado con la necesaria calidad que caracteriza las colecciones del ITM, cuenta la vivencia directa del autor en los tiempos que anduvo recluido en una comunidad terapéutica y nos induce a conocer la vida en particular de cada una de las personas que más cerca tuvo en su periplo de condenado a sufrir las “temporadas en el infierno” que supone la droga.
Y no deja de sorprender en cada una de las testimoniadas historias, sobre todo por cuanto es un narrador de indiscutibles quilates que hacen resultar agradable su escritura y por ende la lectura que nos brinda para complacencia de nosotros como asiduos de las letras y artes públicas.
Valderrama se desnuda para compartir ese mundo devastador y punzante del vicioso que no tiene posibilidades de redención, ya que es reiterada su negación a la recuperación física y de salud en su estado calamitoso, fenómeno que ocurre más de una vez con casi todos los enfermos que caen a ese tipo de instituciones que sin eufemismos se llaman manicomios. Lugares proscribibles donde teóricos como Foucault dimensionaron todo su espectral funcionamiento para acabar de destruir lo poco que queda de entereza mental en sus pacientes, que más bien son reclusos. Y casi desechables humanos.
En “La verdad sin calzones” se entiende este flagelo que arruina y destruye: en un momento Valderrama cavila sobre ese lugar de confinamiento, al cual llegan desde prominentes profesionales en uso degradado de su existir, hasta asesinos y viciosos en puridad, cuyo estar en el mundo le interesa menos a ellos que a sus familias, envueltas en el dolor de tener que confraternizar con uno de sus seres queridos, inmerso en la desgracia de su ruindad.
Toda persona que se aproxima al texto referido de inmediato cae en sus “garras” porque es tanto lo impecable de su estilo narrativo y de su estructura decidora que de inmediato quiere conocer toda esa parafernalia que se presenta alrededor del vicioso, en especial cuando es testimoniada por un verdadero protagonista de las historias que se suceden, cual de todas más espeluznante desde el enfoque de lo que aparenta lo rutinario pero que mantiene un fondo devastador de gravedad para el dolor humano.
Y además sin aplicarle remordimientos moralistas, sino formulados como revelaciones desde la crudeza de un estilo que hace imperar la realidad sobre la ficción. Aquí está de nuevo el Macondo donde la existencia cotidiana es superior a la magia del día a día que nos ocupa a los mortales, para salir airosos en el arte de vivir.
Queda sólo recomendar este libro del fondo editorial del ITM porque estamos seguros que nadie que nos acepte la sugerencia encontrará motivos para recriminarnos. Y para corroborarlo les comparto la “oración” que deben rezar todos los pacientes-reclusos al presentarse en comunidad con el afán de salir del invernadero infernal en que han sido confinados:
“Estamos aquí porque no existe refugio alguno dónde escondernos de nosotros mismos. Mientras la persona no se confronte en los ojos y el corazón de los demás, está escapando. Mientras no comunica sus secretos, no hallará reposo. El hombre que teme ser conocido no puede conocerse a sí mismo ni conocer a los demás, está solo. Fuera de nuestros puntos comunes, ¿dónde mas podremos hallar tal espejo? Reunidos aquí, la persona puede al fin de cuentas manifestarse claramente a sí misma, no como el gigante de sus sueños ni el enano de sus temores, sino como un hombre, parte de un todo, con su contribución para ofrecer. Sobre este terreno todos podemos echar raíces y crecer, no ya solos como en la muerte, sino vivos para nosotros mismos y para los demás”.
Post scriptum: debo celebrar también que el autor haya conseguido salir de la condición de vicioso y que recuperara a su familia y su entorno de un modo crítico frente a la enfermedad, lo que lo hace merecedor de cálidas felicitaciones porque son pocos quienes logran dejar atrás el infernal acose del basuco y volver a la vida para enfrentar sus inconsistencias, pero asimiladas con el esfuerzo del desempeño singular del sobreviviente en este planeta que los políticos quieren desparecernos lo más pronto posible.
Otrosi: el otro título reciente en la colección se llama “Diario de un pillo”, la historia real e imaginaria de Carlos Idárraga, un bandido de los frecuentes en una ciudad como Medellín, desalmado pero con ganas de ser actor de cine, verdad que la vida le niega por idealista y violento.
Narra, directamente, cómo concibe fechorías horripilantes que se ocurren y que le frustran sus aspiraciones, hasta que lo matan por lo más cotidiano de la crónica roja: el delito de la pasión inalcanzada en su plenitud, trastocada en el encuentro esperado con la muerte. Y para colmo de males el texto que le publican se lo apañó otro tipo de pillo nuevo que desde el periodismo apropia lo que no es propio y no tiene pudor al aparecer como autor de lo que no hizo, personajillo que figura como el escritor del libro.

Francisco Velásquez Gallego.
Febrero 2009

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